Dos esferas de múltiples luces sobresalían de toda la escenografía, y con el pasar de las canciones todas las demás cobraban la misma importancia que la de los instrumentos. Una linea de tres focos separados a un metro cada uno, por ejemplo, lograba contrastar perfectamente con Drexler y los dos músicos que lo acompañaron en la mayor parte de las canciones; dos luces azules en la parte superior que alumbraban al publico, y varias atrás del escenario, que permitían proyectar en una gran tela blanca, el color (o el movimiento) del sentimiento de cada canción. No hacia falta nada mas, Jorge Drexler sabia como preparar el mejor ambiente para conocer a alguien (en este caso, a la gente paceña) y compartir canciones e historias como solo el las sabe contar. Simple, eficaz, memorable.
Con esa escena comenzaba el concierto, y también con “Hermana duda”. De todos modos, la luz que Drexler pedía en la letra, ya la teníamos. Después vino “Polvo de estrellas”, que termino de convencer a todos de que si bien se esperaba un espectáculo acústico o sólo de guitarras, había lugar para jugar con los sintetizadores. Y mucho.
Fotografía: Samy Rendón
Otro tema que habla mucho de la luz siguió después, muy lentamente, era “Mundo abisal”, canción que dio nombre a esta gira y el primero que tocó de su ultimo disco “Amar la Trama”, grabado en vivo durante cinco días y con una banda de nueve músicos; algo que con seguridad era muy parecido a la atmósfera de ese instante en La Paz.
Después, la oscuridad se adueño del teatro para darle el matiz exacto a “Eco” y luego continuar con “Noctiluca”, que escribió para su primer hijo cuatro años antes de que naciera y se la dedicara. Canción que cobraba un nuevo significado gracias a la historia detrás, que como pasa con cualquier canción, al conocerla te hace querer revivirla una vez mas, ahora desde el punto de vista del que la escribió.
Con esa canción llegarían más historias y anécdotas a lo largo del concierto, como por ejemplo que 12 segundos son los que tarda un faro en volver a alumbrar el mismo punto al completar su giro, o que “Tres mil millones de latidos” son los que se estima late un corazón a lo largo de la vida promedio de un ser humano.
El momento íntimo comenzaba con “Inoportuna”, la primera canción que el publico le pedía a Drexler en medio de la conversación que empezaba a crearse entre ambos; porque definitivamente el artista iba logrando algo especial a medida que hablaba, haciendo chistes de cada situación. Era una forma única de relacionarse con la gente, que hacía sentirnos parte del concierto; era él el que hablaba, pero lo hacia con nosotros. ¿Cuántos artistas hacen realmente eso en sus conciertos?
Fotografía: Samy Rendón
Con guitarra en mano, el micrófono al lado y sentado sobre una silla ubicada en la parte derecha del escenario, Drexler iniciaba la parte “solitaria” de la noche; sin músicos, sin sintetizadores, sin segunda guitarra y sin mucha mas luz que la de un foco situado encima de él. Iban a seguir al repertorio, canciones que representaban a cada uno de sus discos: “Fusión” y “High and Dry” primero, “Milonga del moro judío” y “Milonga paraguaya” después, para terminar con “Soledad”. La conexión con el público a esa altura del concierto era ya mística, y de mucho respeto por la excelente poesía que se desprendía de sus canciones.
La banda volvía y la novedad llegaba con “Mi guitarra y vos” y “Aquellos tiempos”, y es que uno de sus músicos lograba sacar sonidos de acompañamiento espectaculares para ambas canciones con una especie de iPad reacondicionado (¿Tendrá alguien el nombre de este aparato?), que se terminaría uniendo con otros instrumentos especiales -o espaciales- usados en “Deseo” y “Disneylandia”, logrando igual proporción de sorpresa; y es que solamente el presenciar tal experimento fue algo único.
“Transporte” y “Sea” anunciaban demasiado pronto que el concierto estaba llegando a su fin, y que de hecho la banda necesitaba un descanso antes del bis; pero después vendría otra historia que nuevamente haría que mucha gente apreciara mejor la canción a la que precedía... porque la mayoría nos enterábamos que el bisabuelo de Jorge Drexler, al buscar escaparse de la Alemania nazi en esa época, había elegido Bolivia como puerta de entrada a América Latina.
Esa canción, al mismo tiempo que la dedicaba a su bisabuelo, nos permitía esperar una nueva visita suya a nuestro país; ya sea para ofrecernos otro concierto, o para visitar la tumba de su bisabuelo en Oruro: “Tengo una canción para mostrarte, talves cuando vaya..”. Esa canción era “Salvapantallas”, y después de la magia que se había creado instantes antes, parecía haber durado mucho menos de lo que debería. Uno de los mejores momentos de la noche.
Fotografía: Samy Rendón
“Todo se transforma” traía de vuelta a los músicos, pero el final definitivo iba a venir con dos temas más de un mismo disco, cerrando en medio de aplausos uno de los mejores conciertos de este año y los años pasados en nuestra ciudad.
“La trama y el desenlace” y “Los transeúntes”, hablaban y se parecían bastante a lo que se había creado durante toda la noche entre Jorge Drexler y nosotros; una sincronización perfecta entre dos personas que se están conociendo por primera vez, en medio de una ciudad que los acompaña en sus pasos mientras se disfruta de cada detalle, de cada momento, de cada canción; sin mirar mucho al futuro que vendrá después.
Poco después sin embargo, había terminado el concierto, pero lo habíamos disfrutado ya.
Setlist:
1. Hermana duda
2. Polvo de estrellas
3. Mundo abisal
4. Eco
5. Noctiluca
6. Tres mil millones de latidos
7. Inoportuna
8. Fusión
9. High and dry
10. Milonga del moro judío
11. Milonga paraguaya
12. Soledad
13. Mi guitarra y vos
14. Aquellos tiempos
15. Deseo
16. Disneylandia
17. Transporte
18. Al otro lado del río
19. Sea
20. Salvapantallas
21. Todo se transforma
22. La trama y el desenlace
23. Los transeúntes
Martin Ruegenberg.
0 comments:
Publicar un comentario