Shows como éste, demuestran que el rock and roll está muy vivo y que todo lo que se necesita sobre el escenario, es gente disfrutando de la música que hace.
Cage The Elephant, la joven banda de Kentucky, llegaba a Buenos Aires como una de sus escalas entre los Lollapalooza de Santiago y Sao Paulo. El lugar escogido, la siempre acogedora Trastienda de San Telmo, que una vez más vuelve a demostrarme que es el mejor espacio para un recital en ésta ciudad.
No más de 500 personas, se dieron cita para presenciar el show de una banda que promete desde sus inicios allá por 2008. Con dos discos en su corta carrera, era sabido que no sería una función larga, pero si se esperaba la fuerza y energía que despliegan en cada uno de sus shows (vídeos en vivo y transmisiones on-line de algunos shows como el del Lollapalooza gringo, servían de antecedente).
Luego de hacerse esperar por algunos minutos sobre la hora anunciada, los cinco de Bowling Green se apoderaron del escenario y sin perder mucho tiempo, brindaron las primeras notas de "In One Ear", uno de los temas que sirvió para hacerlos conocidos, cuatro años atrás. No había ni acabado esa canción y un hiperactivo Matthew Shultz ya estaba navegando entre la gente, arrancando gritos y despertando emociones. Si de entrada teníamos eso, suponíamos que la banda no se guardaría nada... No nos equivocamos.
En su tímido español, Shultz dio las gracias y las buenas noches antes de seguir con "2024" y la coreada "Aberdeen", ambas de Thank You, Happy Birthday. La segunda de ellas, permitió al cantante su "stage diving" y tras volver, emocionado dijo que en su ciudad la gente no disfrutaba la música de la manera que lo hacíamos nosotros (y sí, definitivamente, no hay otro público igual). A continuación, vinieron dos temas seguidos de su disco homónimo: "Tiny Little Robots" y "Lotus", la primera con un pogo de respuesta y la segunda invitando a un baile en trance.
Sin decir mucho y canalizando toda su energía en bailes, saltos y sonidos vocales extraños - llegando a meterse toda la cabeza del micrófono a la boca - Shultz ponía de manifiesto que lo suyo está en ser un frontman extrovertido, divertido y al mejor estilo Iggy Pop. De pocas palabras y de mucha energía, es el centro de atención de la banda y su talento vocal se complementa con el show que brinda encima del escenario (y también encima del público).
Otro doblete de canciones del segundo disco llegarían luego, la celebrada "Around My Head" (uno de los singles del álbum) con la gente cantando a voz en cuello ese "I don't think it's very nice to walk around my head all night..." y "Japanese Buffalo" con su alto pogo, a ratos confundido entre baile y saltos. "Creo que me estoy enamorando de ustedes", fueron la palabras del vocalista antes de lanzarse a tocar "Back Against The Wall" y desatar una verdadera fiesta en la pista. "Flow", sirvió para bajar la energía y la movida "Indy Kidz" propiciaría, nuevamente, el descontrol.
En la suave "Rubber Ball", Shultz se lució, demostrando que no sólo está para gritar y saltar como poseído, sino también para entonar, de manera muy afinada, melodías dulces y tranquilas. Al finalizar el tema, el público pedía a gritos que el músico vuelva a saltar sobre ellos; "Jump, jump", entonaban las voces de los más cercanos al escenario. La conexión era total... El rubio cantante miraba encantado - y tal vez un poco incrédulo - a esa gente que aclamaba sin cesar. "Back Stabbin' Betty" y "Sell Yourself" vendrían una detrás de la otra, antes de dar paso a uno de los temas más coreados, cantados y gozados de la velada: "Shake Me Down", ese primer promocional de Thank you, Happy Birthday que abrió nuevos mercados para el quinteto en 2011. Esa frase que dice "Even on a cloudy day", fue cantada al unísono por el entusiasta público que mantenía el nivel de energía igual que 60 minutos antes.
Los cinco músicos abandonaron las tablas y dos minutos después, retornaron para brindar otro de sus hits, "Ain't No Rest For The Wicked" para el deleite de todos. En medio de la canción, Shultz volvió a lanzarse a la gente, pero ésta vez pidió que lo empujen hacia arriba y una vez parado sobre la masa humana, daba la impresión de sentirse como el rey del mundo. Todo llegaría a su fin con "Sabertooth Tiger"- uno de sus mayores acercamientos al garage rock - canción que usan para cerrar la mayor parte de sus conciertos.
Un show breve, enérgico e íntimo, con un alto nivel de entrega sobre el escenario. Sólo faltó "Right Before My Eyes", el tema que más esperaba escuchar durante la noche.
Hasta pronto, Cage The Elephant. Nos reencontramos el miércoles en el Monumental...
Textos y fotografías:
Pato Peters
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